domingo, 26 de octubre de 2014

Foquitos de colores

Y ahora, hilando maravillas y luz, también me acuerdo de los foquitos (lamparitas) de colores de las romerías del prado…
En las afueras de mi pueblo existía un predio que abarcaba una manzana entera,  estaba cercado por rejones altos y antiguos y tapado además por cantidad de arboles, uno al lado del otro,  grandes, altos y tupidos,  que invadían el lugar hasta un mediano espacio llano en el centro, donde se alzaba un antiguo caserón.
En ese espacio, se hacían las romerías, que eran bailes nocturnos al aire libre donde se montaba un pequeño escenario y después de cantar algún artista o grupo de la zona, se seguía con música y baile hasta altas horas de la noche.
La equivalencia era: romería igual foquito a color, foquito a color  igual  escondidas.
Porque esas eran las dos cosas más bellas de la romería: la decoración con focos (azules, verdes, rojos, violetas  y amarillos colgados a cables que daban toda la vuelta a la pista de baile y terminaban en hileras desde el escenario hasta el caserón) y las escondidas que yo jugaba con los otros nenes que iban, como yo, acompañando a sus papás.
Eran noches de verano y un grupo de niños jugando buscarse, esconderse y encontrarse…corridas, saltos, aventura, raspones, risas, enojos y llantos…qué lindo…
Era más nuestra fiesta que la de los grandes. La música no existía, ni la gente, ni el vino. Solo el juego, cubierto de un manto negro con detalles de color.


Noche, faroles naranjas y, a veces, lluvia.

Me gusta ver la lluvia a través de los faroles de la calle…

Me gusta porque revivo lo que sentía cuando los veía de chiquita mientras mis papás volvían de los bailes del pueblo.

Al salir del baile me cargaban dormida en el asiento de atrás del auto, y por lo general me despertaba a mitad de camino mirando hacia arriba.

Veía, a través del vidrio, los arboles perdidos en la noche y los faroles alumbrándolos en su aureola…y me gustaba tanto que en vez de cerrar los ojos y continuar mi sueño, me imantaba mirando…

Pero cuando llovía, cuando llovía era doblemente bello…

ver las gotas de lluvia caer iluminadas por la luz del farol,
ver las hojas de los árboles de un color sombra brillante y delineadas con verdes de diferente tono hasta fundirse en un negro que me confundía la oscuridad con el cielo,
 ver los faroles naranjas que pasaban uno a uno, a veces más rápido otras más despacio, y que equilibraban entre el frescor de las gotas y el calor de su luz,
 escuchar el agua golpeando una melodía melancólica sobre el techo de chapa y verla luego formar caminos de río al terminar resbalando por la ventana,
padecer la sensación de soledad que siendo tan niña ese paisaje me provocaba y… 
la placidez, la placidez de sentir que aquello que estando afuera  y sola sería angustioso, era precioso sabiéndome calentita y refugiada dentro del auto con papá y mamá…

Me fascina ver la lluvia a través de los faroles de la calle.

A mi profe (2012)

Tengo conducta para dos o tres cosas casi por obligación legal, para otras pocas por supervivencia…y no conozco cosa que me siga entusiasmando después de gozarla a pleno más que lo que es inherente a la pasión, pero no me canso aún de mirarlo…
Me despierta de mi ensueño diurno una compañera, me saluda, me desea suerte, que pronto nos vemos, y comenta “como muy tierna” que va a extrañarlo. Yo la saludo y sonrío, formalidades que a veces ni me salen. Y me vuelvo a ese “voy a extrañarlo” con el que se refirió a usted. ¡Con qué naturalidad lo dijo!, transparente, espontánea…yo jamás lo hubiera dicho, porque imaginaría que detrás de esas palabras se escaparían uno detrás de otro como vagones de trencitos el resto de pensamientos que tuve durante el año (o que pudieran adivinarlos por mis gestos, ¡o verlos a través de mis ojos!).

Vuelvo al aula, ya no queda nadie.
Está usted guardando sus cosas: inocente, usted es inocente. Estoy yo que me pongo de pie mientras me como las uñas del vientre. Camino, me dirijo hacia el frente, decidida a hablarle y pienso:
¿Por qué siempre transgredo? Me acaeció como por arte de magos esto que siento, donde actuando me desubico y de lo contrario me inquieto. Quisiera poder decir que me avergüenzo, pero no miento, no esta vez. Me gusta, me gusta sentir y jugar diferente al resto, me gusta querer meterlo en mi juego.
Un paso más. Y me paralizo:
Se me olvidó la letra, ¿era invitarlo a un café, a una cena, a un beso? En verdad no sé qué estoy haciendo. Levanto la vista, usted se pone el saco y lo reconozco: mi profesor y nada más que eso. Usted es el mismo que me explica cuando no entiendo, el que agarra la tiza y escribe en el pizarrón y ni me mira, el que sabe mi nombre solo porque yo me encargué de eso (tanto va el cántaro a la fuente que algún día ella lo reconoce, diría el dicho…).Y yo soy para usted un nombre y apellido en la lista de asistencia, un rostro entre muchos, igualita a la morocha pizpireta que se sienta a la izquierda, o a la señora mayor que se sienta adelante. ¿Con qué cara, sin sonrojarme, y con qué voz, sin tartamudeo, podré decirle que lo inventé todos estos días y hasta lo bese en un sueño?
Retrocedo.
Ese sueño, al cual hubiera querido regresar  tantas veces, permanece,  insolente, latente…y  me empuja con toda furia a ser yo y no tener miedo, y no tomarme ni tomarlo tan en serio, y pasar al frente organizando en mi mente cualquier invento que sería más mentira que excusa, para poder tenerlo una tarde en mi casa a solas…y que al momento en que la ciudad se encienda porque el cielo se apaga, usted siga allí y mi ventanal sin luz…
Avanzo.
Más decidida, menos niña, más mujer, desvistiéndome de alumna y pagando el peaje necesario para pasar al otro lado del escritorio sin ridiculez. Guardo mi carpeta y me creo con otra textura de piel, es necesario sumar otoños a estos veinticuatro marzos que se entienden lejanos a los suyos, y tan en desventaja…
Me anima el recuerdo grabado a fuego que tengo de su sonrisa, de su risa que cuanto más desmesurada es más linda, de su caminar por el aula, de su voz y sus cambios de tono, de sus chistes, de sus escasos enojos, de su caballerosidad que intuyo forzosamente aprendida, de todo lo que aparenta ser y no le creo.
Un paso más.
La cordura ya famélica y el angelito que se aparece del lado derecho sobre mi cabeza me instan a que vuelva YA a mi banco o me encamine YA hacia la puerta. No les hago pizca de caso, como acostumbro. El diablo guía mis instintos, y no tiene cuernos, ni cola ni vestido rojo, el diablo es el ciclo ineludible que algunos llaman destino, que es a pesar de nosotros y jamás, jamás, deja elegir.
Otro paso.
Entiendo que no es nada personal. Matemática de niño de primer año, una suma: su madurez  y la mía (que no sabría definirla ni precoz ni perezosa).Agregando todos esos planos que yo llevo guardados y que como piezas de aquellos Rastis de cuando era nena fue usted encajando. Tiene un puñado de mano grande, yo sé que podría armar algo: con su barba un roce, con  su lógica una charla, con su imaginación un cuento…Igual  no quiero engañarme con objetivismo porque el mundo es más que eso, y tengo que reconocer ante mí misma que lo que poro por poro, pensamiento por pensamiento y delirio por delirio al cubo provocó fue  suyo y de nadie más, nunca más, indiscutiblemente…
Y con ánimo especial, doy el siguiente paso.

Me siento tonta, en desmedida ingenua, chica que se jacta de su racionalidad y escepticismo, pero que no insulta nunca a Dios “por las dudas”, ni deja de rezar en aprietos, ni rompe promesas y que ahora enamoradiza (o pasional) siente que quisiera haberlo leído mucho más que a los libros, pero más despacio. ¿Será usted un poquito de lo que lo invento? Adorno lo que expreso con  palabras, pero no lo he pensado tanto…no escapa de lo común lo que yo a veces convierto en una obra de arte (para mí, obvio, obvio). Quizás se ría cuando le diga que me gusta, quizás se sorprenda y no sepa qué decir, quizás se ofenda o se sienta incómodo, quizás y lo más probable es que con toda delicadeza y un poco de prisa me haga entender que no tiene tiempo para escucharme. Nada de eso quisiera que pase, por eso dudo en dar el siguiente paso sabiendo que ya usted, se dio cuenta de que algo quiero decirle.
Dando el paso final (ta, ta, ta, tannnn-onomatopeya).
Lo miro sin mirarlo, estoy dentro de mí, me veo el nudo en la garganta, pienso a toda velocidad y respiro profundo: la vida me pone en estas situaciones por sorteo, no asiento a que las cosas estén dedicadas. Miro su rostro y  sonrío: Simpática la pirueta de este existir que hizo que usted cayera por aquí cerca, así de bonito…
Vuelvo a la realidad, lo veo girar como en cámara lenta, mirándome, esperando a que le diga algo y yo en mi delirio queriendo en este instante, desesperada, volver los minutos atrás. Apoyo mi pie del último paso. Suelto la cuerda que me une a mi mundo de rosas y caigo en seco. Parezco cenicienta a la medianoche: entro en mi cuerpo de alumna. No lo puedo controlar, me sentía el reloj de Pappini hasta que se movió la aguja que me arrastró lejos del esplendor. Le hablo rápido, alguna verdad que sale titubeando: que muy linda fue su clase, que muy eficiente su enseñanza, que un gusto, que me gusta más biología, que me apasionaron sus horas…que bla, bla, bla.

Doy media vuelta y digo para mis adentros lo que no dije: que me gusta un poco más la vida, que me encontré con emociones espejadas que creía que morían como la gente, que usted me interesa tanto, que es tan lindo, que yo podría gustarle tanto!...que me estaba por prender fuego…y terminó el año.

martes, 21 de octubre de 2014

"Palomita" (2013)

Nadie se enteró de que aquella noche, solita, en el sexto piso de un apartamento alquilado, murió Paloma…una paloma. Sopló una lentejita de aire por última vez dentro de una caja con ventanas coquetas, acompañada por un trapo viejo, a pasitos de donde yo dormía.
Me pregunto en qué parte de este inmenso universo algo cambió…porque yo sigo  levantándome a la misma hora, la gente sigue riendo, el sol brilla generoso, los días rotan repetidos y su olor aun impregna mi cocina.
Que pare el mundo por favor. Esto no puede seguir así…como si nada.
Odio el olvido, sí, lo odio… sin ponerme a evaluar si está bueno para así poder continuar, si es un mecanismo inteligente o si a veces lo he de amar. Digo que lo odio y ya.
También me pregunto las siguientes cosas sin preguntarme otras más complejas… ¿Habrá amado, tendrá hijos, habrá sido amada? ¿Alguien la recordará toda su vida? ¿Qué huella dejó en el mundo?
Aquella tarde que la encontré en el pasillo de mi edificio, yo estaba por salir muy apurada a comprar un regalo sorpresa para un ser querido y tenía poco tiempo para hacerlo.
 Y ahí la vi, en un rincón, quietita…casi muriendo sin defenderse ni luchar…escondía todo lo que podía su cuerpito plumero, como queriendo pasar desapercibida, como queriendo morir aunque sea en paz, como resignada a que una mano humana que se acercara solo sería para sacarla de forma violenta de ese lugar. ¡Qué equivocada que estaba! Porque esa mano era la mía. No podría pasar por mi mente dejarla allí, está en mi naturaleza el “no poder no hacer nada” ante el sufrimiento de un animal.
Busqué una caja, una escoba y con cuidado intente meterla. Y es que… a mí me nacen estas cosas de ayudar a los animales, pero a la vez me angustian por que ante el sufrimiento no soy totalmente resolutiva.
La miré, la miré mucho cual veterinaria, busque números telefónicos de veterinarios que atendieran una paloma, un domingo…
Busque información por internet, algunos comentarios muy alentadores y otros no tantos pero por lo menos (gracias a dios porque ya me creo demasiado especial) no era la única loca que rescataba palomas.
Con la vida ya complicada desistí ese día de los veterinarios e hice lo que mejor pude por ella. Con ayuda de mi novio la alimenté (y no comió), le di agua (tampoco bebió)…le puse un trapito viejo que le sirviese de cobijo…y la dejé, en su caja, en un rincón de la cocina.
Durante esos 2 o 3 días que estuvo conmigo (qué horror, ni siquiera sé cuántos días la cuidé) me sentí incomoda. Yo amo a los animales, pero le tengo miedo al dolor, y como ella estaba enferma…casi que ni quise tocarla. Nada de lo que hice incluyó algún tipo de roce salvo una caricia que con todo coraje le di en sus pelitos de la cabeza, bien ahí donde iría el moño.
¿Cómo explicar cuanto estuvo en mi mente aquella criatura?, la vigilaba a cada minuto, buscaba información, hablaba por teléfono con veterinarios, pensaba en ella a cada paso.
Ella… (hablaré un poco más de ella, al fin y al cabo es la protagonista) era bastante grande, era color gris clarito, era adulta ( lo supe por el color de su pico, en una de mis tantas búsquedas de información aprendí esto). También tenía ojos muy tiernos, mirada huidiza, pestañeo desprotegido, respiración sumisa y penachitos de ex vivaracha. No volaba, no caminaba, a veces intentaba  alguna de estas dos cosas pero solo lograba arrastrarse.
Tenía algo así como un tic, hacía movimientos con sus patitas sincronizados al ritmo del corazón.  Era como si su corazón moviese su cuerpo entero.
Una madrugada de tanto moverse se me escapó de la caja y paseó a los saltos por toda la casa. Pienso que tomó coraje y le puso movimiento a su derecho de volar, porque en algún rinconcito de su primitiva cabecita sabía que era su derecho, lo que ansiaba y lo que merecía.
El día que al fin pudo atenderla una especialista, la llevó mi novio mientras  yo en clase pedía el parte mediante mensajes cada minuto (desaprobé esa materia, de hecho). Diagnóstico: enfermedad New Castle, neurológica, con pocas posibilidades de reversión. Pero pocas, no nulas…y yo me aferré con fuerza a esas pocas transformándolas en todas.
Esa noche, al salir de clase, lo único que quería era llegar a casa y verla. Al mirarla sentí que iba a estar mucho tiempo más en mi casa y que yo podría hacer lo suficiente como para sentirme ansiosa y preocupada durante varios días.
¿La soltaría en la plaza? ¿Correría peligro? ¿Cómo saber cuándo estuviese bien preparada? ¿Tendría que volar primero por toda la casa? Juro que todo eso me inquietaba.
Después de medicarla, recé por que se salvara y me dormí imaginando el día de su primer vuelo después de que se curara.
 La llamamos Palomita.
Esa misma noche murió.
Partió a las horas de mi última mirada. Fue mientras yo dormía, no me di ni cuenta… ¿por qué no me di cuenta? ¿Por qué no me llamó, no pidió auxilio, no dejó que la socorriera? ¿Por qué a veces un deseo en el corazón, grande como un castillo, no basta? ¿Por qué mi mirada no alcanzó para que entendiera que debía quedarse, que yo quería que se quede, que la quería tanto como hasta para acariciarla…?
Yo le había hecho ventanitas a la caja para que no se aburriera, y la había acomodado un rato en el balcón para que se animara.Yo que no alcancé a sacarme el coraje de no animarme a abrazarla, con todas las ansias que yo tenía y con toda la necesidad que ella aparentaba.
Le conversé, la vi traviesa queriendo escaparse, la vi mejor…con futuro largo, de paloma.
No entiendo por qué se murió porque no entiendo la muerte pero menos entiendo  por qué  miles de palomas  mueren por día sin que ni vos, ni yo nos demos cuenta , ni nos roben si quiera un suspiro verlas muertas por cualquier parte.
Palomita, en más o menos dos días, logró que la quisiera, logró que me preguntara por ella, que la cuidara, que desafiara mis miedos aun tan fuertes, que creciera y priorizara la vida, que se me arrugara el corazón esa mañana…
Yo hubiese estado ahí y seguramente hubiese hecho algo para tratar de que no sufriera, no sé muy bien qué, no se me ocurre nada…pero hubiese estado allí, haciendo algo y bien cerca.
¿Por qué no cambio una pizca el mundo ese día? ¿por qué las sonrisas no tienen menos mueca?
Nadie sabe que tuvo un nombre que le dió un lugar en el mundo humano aunque sea unas horas, nadie sabe que alguien la quiso, la alimentó, le dió los remedios y la llamó entusiasmada “traviesa”…nadie sabe que tuvo un trapito y que tomaba agua en un taponcito de pileta lavatoria, nadie sabe que fue mi mascota.
Pero yo sí sé lo que significó para mí. Solo para mí, que atesoro su plumita perfecta  en mi libro preferido y la imagen de ese esperado primer vuelo, al cielo, contenta.
Atesoro el abrazo que no le di, pero que es y será solo suyo… y sé que lo tendrá de la manera y en el lugar que sea.

viernes, 17 de octubre de 2014

Y DESCUBRI EL DOLOR

No se si fue ese el día que descubrí el dolor, pero sí fue el día que me marcó la conciencia del dolor y que por eso recuerdo hasta hoy...
Los varoncitos jugaban en el arenero, yo no se con quien ni que andaba haciendo...pero me recuerdo chiquita y buena, muy buena...encandilada por el sol en el medio del patio del jardín de infantes. Ya desde ese entonces me sentía distinta pero aun no sabia darle un significado ni valorarlo.
Los varoncitos jugaban en el arenero, amontonados, riendo y entusiasmados de tal manera que llamó mi atención y le pregunté a una nena que pasaba por al lado mio si sabia qué era lo que estaban haciendo.
-"Están enterrando a un pajarito vivo" -me contestó.
Se me silenció el jardín.
Se me pagó el sol.
Se me detuvo el tiempo.
Me silenciaron el jardín.
Me apagaron el sol.
Me detuvieron el tiempo.
Envuelta en una neblina de sombra helada, no recuerdo mas nada que un grupo de niños estrujándome fuerte el corazón, dejándome sin respiración y con el pechito lleno de angustia y llanto, de repente era ese pajarito queriendo salvarse, respirar, volar...
Me encantaría creer que hice algo por salvarlo, que salí corriendo a contarle a la maestra o que sonó el timbre y el pajarito pudo salir volando...pero creo que quede paralizada de dolor y mi cabecita de nena era muy inocente y chiquita como para saber que hacer...y también para recordar que pasó después.
Solo se que no recuerdo el mundo tan malo antes que eso, conocí el dolor de una manera adulta, conocí la impotencia y la maldad, la crueldad ante el débil, la vulnerabilidad de los animales, la inconsciencia del hombre. Jamás vi la vida de la misma manera.
Tengo 26 años y no hay momento que ese recuerdo no me genere angustia e impotencia. Ahora suelo llorar, pelear o gritar cuando algo me estruja el corazón...en ese momento, no pude mas que ser un pajarito.

Señoras de punta en blanco y compañia

Estaba pensando en la señoras de labios pintados que se visten de punta en blanco y usan perfume importado.
Me he topado con muchas personas con actitudes ruines a lo largo de mi vida, pero cuando era chiquita me sorprendian los actos ruines por parte de este prototipo de mujeres, que a veces eran maestras, mamas o vecinas y eso era porque siempre habia esperado una actitud mas buena y educada de alguien que vestia tan lindo.
Poco a poco, empece a prestar atencion al comportamiento de estas referentes, y cada canallada que cometian era una nueva desilusion... asi, en cierto momento vino la creencia opuesta: empece a tener un mal concepto de las mujeres demasiado arregladas. Lo bello por fuera ya no era bello por dentro, nunca mas.
Hasta mi primer dia de clases de septimo año. Se llamaba Julieta. Era (y sigue siendo) una tipica sra de labios pintados, vestida de punta en blanco y que usaba perfume importado y desde el primer dia hizo trastabillar mi universo de creencias al regalarme un caramelo de dulce de leche, darme un beso en la frente y no dejar de reir por todos lados. Nunca mas me decepcione, porque aprendi a entender los grises ...Julieta era un sol, pero muchas veces era injusta como cualquiera, sin embargo hoy la recuerdo como una de mis mejores maestras.
Esto me paso de niña, pero quise escribirlo porque lo veo a diario en gente grande. Me refiero a ese tipo de prejuicios tan señalados moralmente que se desvirtuan.
Por ejemplo, al defender tanto a los negros, pobres o bolivianos...los blancos, ricos o yanquis han quedado en posicion desfavorecida. Si ves a un rico y a un pobre a las trompadas quizas pienses que el ricachon esta cometiendo un abuso, o si un blanco toma un puesto de trabajo y un negro queda afuera pienses que esta siendo discriminado por su color.
Hay ricos con un corazon enorme, y pobres despiadados. Hay yanquis humildes y bolivianos altaneros. Hay blancos justicieros y negros discriminadores.
¡Las veces que se confunde pobreza con humildad, y humildad comportamental con  humildad de corazon! Siempre digo: Dale poder a un carenciado y lo conoceras realmente.
Dicen, tambien, que los mas callados son mas inteligentes, que los hombres son mas infieles y los gordos buenos. Asi como yo aprendi que no todo lo que brilla es oro, tambien aprendamos que a veces si lo es.  Yo soy muy callada, pero mi amigo Gabriel es charlatan y mucho mas inteligente, no conozco mujer que  no haya sido infiel y mi peor enemiga es una gorda muy mala leche...
Conozcamos profundamente a la gente, lo que piensa, lo que dice y lo que hace en relacion con los demas y en diferentes contextos...
Hay una frase que dice "no nos dejemos engañar por las malas acciones de la gente buena", genial, y le agrego "ni tampoco por las buenas acciones de la gente mala".

NO ESTIGMATICEMOS, NO PREJUZGUEMOS, NO GENERALICEMOS


NO ESTIGMATICEMOS, NO PREJUZGUEMOS, NO GENERALICEMOS
 
 



La señora de boca pintada, perfume que huele a importado y vestida de punta en blanco recien hablaba con la del asiento al lado: "la juventud esta perdida , los jovenes estan ¡per-di-dos!".
Acaba de subir una mama con un niño, una adolescente se levanta al verla subir...le pega un grito desde el fondo: "¡señora, sientese!", y con dificultad atraviesa a toda la gente amontonada en el pasillo del bondi y acompaña al nene a su asiento.
Miro a mi alrededor, de todos los adultos que se hacen los sotas ninguno parece invalido, embarazado o recien operado.
La señora sigue hablando...seguro tampoco vio al chico de no mas de 15 años que fue el unico que levanto la mano cuando  pedi un boleto prestado y que cuando quise darle el dinero, no quizo aceptarlo...ni al pibe  que le dio un chupetin a los chiquitos de la gitana...¿y a las chicas que cargaron al sr. de la silla de ruedas? No, no vio nada la señora...y ahora sin dejar de hablar se baja del cole y, adulta y perdida, sale taconeando.
Le hago una morisqueta al nene de la gitana y se rie con sonrisa de chupetin naranja...quizas en unos años se levante a cederle el asiento a esta señora aseñorada, quizas esa vez lo vea...y deje por fin de charlar.