Tengo conducta para dos o tres cosas casi por obligación
legal, para otras pocas por supervivencia…y no conozco cosa que me siga
entusiasmando después de gozarla a pleno más que lo que es inherente a la pasión,
pero no me canso aún de mirarlo…
Me despierta de mi ensueño
diurno una compañera, me saluda, me desea suerte, que pronto nos vemos, y comenta
“como muy tierna” que va a extrañarlo. Yo la saludo y sonrío, formalidades que
a veces ni me salen. Y me vuelvo a ese “voy a extrañarlo” con el que se refirió
a usted. ¡Con qué naturalidad lo dijo!, transparente, espontánea…yo jamás lo
hubiera dicho, porque imaginaría que detrás de esas palabras se escaparían uno detrás
de otro como vagones de trencitos el resto de pensamientos que tuve durante el
año (o que pudieran adivinarlos por mis gestos, ¡o verlos a través de mis ojos!).
Vuelvo al aula, ya no
queda nadie.
Está usted guardando
sus cosas: inocente, usted es inocente. Estoy yo que me pongo de pie mientras
me como las uñas del vientre. Camino, me dirijo hacia el frente, decidida a
hablarle y pienso:
¿Por qué siempre
transgredo? Me acaeció como por arte de magos esto que siento, donde actuando
me desubico y de lo contrario me inquieto. Quisiera poder decir que me
avergüenzo, pero no miento, no esta vez. Me gusta, me gusta sentir y jugar
diferente al resto, me gusta querer meterlo en mi juego.
Un paso más. Y me
paralizo:
Se me olvidó la letra,
¿era invitarlo a un café, a una cena, a un beso? En verdad no sé qué estoy
haciendo. Levanto la vista, usted se pone el saco y lo reconozco: mi profesor y
nada más que eso. Usted es el mismo que me explica cuando no entiendo, el que
agarra la tiza y escribe en el pizarrón y ni me mira, el que sabe mi nombre
solo porque yo me encargué de eso (tanto va el cántaro a la fuente que algún día
ella lo reconoce, diría el dicho…).Y yo soy para usted un nombre y apellido en
la lista de asistencia, un rostro entre muchos, igualita a la morocha pizpireta
que se sienta a la izquierda, o a la señora mayor que se sienta adelante. ¿Con
qué cara, sin sonrojarme, y con qué voz, sin tartamudeo, podré decirle que lo
inventé todos estos días y hasta lo bese en un sueño?
Retrocedo.
Ese sueño, al cual
hubiera querido regresar tantas veces, permanece, insolente, latente…y me empuja con toda furia a ser yo y no tener
miedo, y no tomarme ni tomarlo tan en serio, y pasar al frente organizando en
mi mente cualquier invento que sería más mentira que excusa, para poder tenerlo
una tarde en mi casa a solas…y que al momento en que la ciudad se encienda
porque el cielo se apaga, usted siga allí y mi ventanal sin luz…
Avanzo.
Más decidida, menos
niña, más mujer, desvistiéndome de alumna y pagando el peaje necesario para
pasar al otro lado del escritorio sin ridiculez. Guardo mi carpeta y me creo
con otra textura de piel, es necesario sumar otoños a estos veinticuatro marzos
que se entienden lejanos a los suyos, y tan en desventaja…
Me anima el recuerdo grabado
a fuego que tengo de su sonrisa, de su risa que cuanto más desmesurada es más
linda, de su caminar por el aula, de su voz y sus cambios de tono, de sus
chistes, de sus escasos enojos, de su caballerosidad que intuyo forzosamente
aprendida, de todo lo que aparenta ser y no le creo.
Un paso más.
La cordura ya famélica
y el angelito que se aparece del lado derecho sobre mi cabeza me instan a que
vuelva YA a mi banco o me encamine YA hacia la puerta. No les hago pizca de
caso, como acostumbro. El diablo guía mis instintos, y no tiene cuernos, ni
cola ni vestido rojo, el diablo es el ciclo ineludible que algunos llaman
destino, que es a pesar de nosotros y jamás, jamás, deja elegir.
Otro paso.
Entiendo que no es
nada personal. Matemática de niño de primer año, una suma: su madurez y la mía (que no sabría definirla ni precoz ni
perezosa).Agregando todos esos planos que yo llevo guardados y que como piezas
de aquellos Rastis de cuando era nena fue usted encajando. Tiene un puñado de
mano grande, yo sé que podría armar algo: con su barba un roce, con su lógica una charla, con su imaginación un
cuento…Igual no quiero engañarme con
objetivismo porque el mundo es más que eso, y tengo que reconocer ante mí misma
que lo que poro por poro, pensamiento por pensamiento y delirio por delirio al cubo provocó fue suyo y de nadie más, nunca
más, indiscutiblemente…
Y con ánimo especial,
doy el siguiente paso.
Me siento tonta, en
desmedida ingenua, chica que se jacta de su racionalidad y escepticismo, pero
que no insulta nunca a Dios “por las dudas”, ni deja de rezar en aprietos, ni
rompe promesas y que ahora enamoradiza (o pasional) siente que quisiera haberlo
leído mucho más que a los libros, pero más despacio. ¿Será usted un poquito de
lo que lo invento? Adorno lo que expreso con palabras, pero no lo he pensado tanto…no
escapa de lo común lo que yo a veces convierto en una obra de arte (para mí,
obvio, obvio). Quizás se ría cuando le diga que me gusta, quizás se sorprenda y
no sepa qué decir, quizás se ofenda o se sienta incómodo, quizás y lo más
probable es que con toda delicadeza y un poco de prisa me haga entender que no
tiene tiempo para escucharme. Nada de eso quisiera que pase, por eso dudo en
dar el siguiente paso sabiendo que ya usted, se dio cuenta de que algo quiero
decirle.
Dando el paso final
(ta, ta, ta, tannnn-onomatopeya).
Lo miro sin mirarlo,
estoy dentro de mí, me veo el nudo en la garganta, pienso a toda velocidad y
respiro profundo: la vida me pone en estas situaciones por sorteo, no asiento a
que las cosas estén dedicadas. Miro su rostro y
sonrío: Simpática la pirueta de este existir que hizo que usted cayera
por aquí cerca, así de bonito…
Vuelvo a la realidad,
lo veo girar como en cámara lenta, mirándome, esperando a que le diga algo y yo
en mi delirio queriendo en este instante, desesperada, volver los minutos atrás.
Apoyo mi pie del último paso. Suelto la cuerda que me une a mi mundo de rosas y
caigo en seco. Parezco cenicienta a la medianoche: entro en mi cuerpo de
alumna. No lo puedo controlar, me sentía el reloj de Pappini hasta que se movió
la aguja que me arrastró lejos del esplendor. Le hablo rápido, alguna verdad
que sale titubeando: que muy linda fue su clase, que muy eficiente su
enseñanza, que un gusto, que me gusta más biología, que me apasionaron sus
horas…que bla, bla, bla.
Doy media vuelta y
digo para mis adentros lo que no dije: que me gusta un poco más la vida, que me
encontré con emociones espejadas que creía que morían como la gente, que usted
me interesa tanto, que es tan lindo, que yo podría gustarle tanto!...que me estaba
por prender fuego…y terminó el año.
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